Contexto

Unos datos extra para entender toda la movida

Para poner un poco en contexto todo es necesario hablar de experiencias pasadas.

Hace unos 15 años falleció mi abuela. Era la persona a la que más quería en el mundo y no pasé por un duelo.
Siempre he visto la muerte como algo natural, un paso más de la vida, un mero trámite. Además, cuando la persona fallecida está sufriendo en vida, resulta más fácil de asimilar. Y ella estaba sufriendo. Por eso creo que no me afectó tanto su defunción como debería. Durante un tiempo pensé que podría tener rasgos psicopáticos... ¿Cómo es posible que no me afecte la muerte de la persona más importante de mi vida? Y en mi familia hay antecedentes de psicopatía y sociopatía (esto lo desarrollaré en futuras entradas).
En cualquier caso, nunca viví el duelo por mi abuela y con el tiempo entendí que era algo normal, cada cual siente a su manera.

Por eso cuando falleció mi padre no me pareció raro no pasar por el duelo.

Por otro lado, nunca he sido muy de llorar. En los últimos 15 años solo recuerdo tres ocasiones en las que he llorado (muerte de la abuela, decepción amorosa y muerte del viejo). No es porque reprima mis sentimientos, ni mucho menos, simplemente no me han dado ganas.
Cuando palmó el viejo solté cuatro lágrimas para desahogarme y ya. Estuve triste unos días y a seguir con mi vida. A las dos semanas estaba seguro de que ya había pasado el duelo... Qué equivocado estaba.

También se me hace necesario explicar antes de nada mi situación familiar. Mi núcleo familiar totalmente desestructurado constaba de 3 miembros aparte de mi:
  • Mi padre, un buen hombre donde los haya. Como persona, un 10, como hombre, un 12 (sobre 10), como padre... un 5 raspao. Siempre se esforzó por hacer las cosas bien y por sacarnos adelante, y cuando se separó de mi madre le cayó una buena encima, pero siguió adelante. Lo malo es que era más un colega que un padre, y en un hogar desestructurado hace falta mucha más disciplina que en otros, disciplina que él nunca supo impartir. Yo no fui precisamente un adolescente problemático, pero fui adolescente como todos, y necesitaba disciplina, y mi hermano mucha más. Fue alcohólico muchos años y tras dejarlo tuvo varias recaídas, pero terminó saliendo adelante. Lástima que siempre tuvo que cargar con la losa que es mi hermano. Y justo cuando se jubila: cáncer. Cinco años luchando contra ello, yendo al hospital todas las semanas, algunas semanas todos los días, pruebas, quimio, radio, todo el veneno que pudieron meterle en el cuerpo se lo metieron, para terminar muriendo ahogado en sus propias babas.
  • Mi madre, una psicópata de libro. Con el manual del buen maltratador en la mano, ella cumple paso por paso con todos los puntos excepto el de la violencia física. Durante años arruinó la vida de mi padre y después lo intentó con mi hermano y conmigo. Si ahora veo los chantajes emocionales a kilómetros es gracias a ella. Con el tiempo ha intentado que nuestra relación mejore y yo se lo permito porque no me gusta odiar ni guardar rencor. No olvido, pero sé perdonar. Se está esforzando y eso lo respeto. Ahora mismo no me ayuda pero tampoco me molesta demasiado.
  • Mi hermano, la joya de la familia: un sociópata alcohólico y cocainómano que está a una mala borrachera de matar a alguien. Durante años se metió sistemáticamente en todos los líos que pudo mientras mi padre le sacaba de ellos a duras penas. A mi padre le conocía y respetaba casi todo el pueblo, y si él pedía que no se involucrase la polícía, no se involucraba. Error tras error, el cerdo de mi hermano estuvo apunto de acabar en la cárcel y el reformatorio varias veces pero es que encima tiene suerte el asqueroso de mierda. Vago e impulsivo por naturaleza, a sus 37 añazos no le ha durando un empleo más de tres meses (bueno, si, cuando estuvo en el ejército, qué raro no? un individuo agresivo al que le va bien trabajando con armas).
El mejor de la familia es el que antes nos ha dejado.
Con una familia así es normal que la mayoría de las responsabilidades recaigan en mi. Desde llevar toda la agenda de médicos del viejo hasta cualquier trámite o gestión de cualquier tipo.
¿Alguien tiene que ir al hospital? Ya lo hago yo, porque mi hermano se pone nervioso y termina poniéndose agresivo con el personal del centro. ¿Hay que pedir cita en Hacienda? Cualquiera podría hacerlo por teléfono pero para qué molestarse si estoy yo. ¿Gestiones en el banco? Quita, que si no lo hago yo la lías. Y así con todo.
Por no mencionar que si pasa algo soy el único que mantiene la calma. Sin esta roca todos se hunden.
Y claro, al fallecer mi padre, todo lo relacionado con ello ha caído igualmente sobre mi, además de algunos trámites para mi madre y mi hermano que a mi personalmente ni me van ni me vienen pero que me ha tocado comerme porque soy gilipollas. Nuevamente, si no lo hago yo parece que todos los demás son inútiles. En cuanto le mencioné a mi madre la posibilidad de solicitar una pensión por viudedad parece que ya no había otra cosa en su mente, pero en lugar de llamar ella a la Seguridad Social y buscarse la vida como hacemos todos, na, mejor que se encargue el de siempre.
Y no es que me suponga mucho esfuerzo, pero es una presión extra sobre mis hombros ya de por si quemados.
Además de eso, el puto tarado de mi hermano no ha hecho más que joder. Podría quedarse tranquilo en una esquina, sin poner de su parte pero sin molestar. Pero prefiere estorbar, porque si nadie le hace caso no está cómodo.
Pues al final ha pasado lo que tenía que pasar, la roca se ha roto. He petado. Puedo ser realmente fuerte en muchas ocasiones, y seguir pareciéndolo cuando apenas me quedan fuerzas. Pero todos tenemos un límite. La situación me ha sobrepasado de tal manera que he decidido renunciar a la herencia del viejo, y con ello a todos los trámites, que se los coma quien le interese.

Y quitarse mierda de encima siempre viene bien,

Comentarios

Entradas populares de este blog

Presentación

Recuperando rutinas